He escrito un poema taurino y lo he titulado «Vencejo de La Real Maestranza». Se trata de un homenaje al mundo del Toro y al arte en general. Actualmente dos amigos míos aficionados al cante jondo están tratando de ponerle voz. En un futuro quizás podamos grabar una bulería por soleá.
El hilo conductor es el viaje de un vencejo por España, «la piel de toro». El Vencejo es un pájaro muy característico, que representa la máxima adaptación de las aves a la vida aérea, capaz de realizar en el aire todo, a excepción de la nidificación. Además, es capaz de volar hasta mil kilómetros en un solo día.
Es común ver a decenas de ellos buscando su sitio entre el albero y el cielo mientras sobrevuelan la Real Maestranza de Sevilla. Es aquí donde nuestro pájaro comienza su viaje. Y es aquí, en Sevilla, donde el torero Dávila Miura dijo que «si Sevilla fuese un sonido, sería el de los vencejos de La Maestranza».
Ahí va.
Vencejo de la Maestranza
Yo quiero ser vencejo,
para ver a Manzanares
desde el cielo torear.
Y que se pare el tiempo;
que mis alas dejen
por un momento
de volar.
Irme volando pa Jerez,
con la saeta de un gitano,
posarme en un caballo,
y salir a galopar.
La arena de Bilbao
negra la han pintao,
¿a mi quién me pintó?
Morante me dibujó.
El toro entra huracán
y luego sale brisa,
cuando torea Ponce
el astado no tiene prisa.
Quiero tener un nido en Ronda,
donde la muleta se pone jonda
Y otro en las Ventas,
pa cegarme de arte
y salir a tientas.
Yo quiero dormir en la bola,
despertar y ver a Julián
torear con temple
a una mano sola.
Saludar a los toreros,
cantar a Roca Rey,
irme pa chiqueros,
que allí no hay patria ni ley.
Ver a un picador
citar a un Miura,
clavar la puya
y salir triunfador.
Vestirme muy flamenco,
volar también muy lento,
enamorado todo el tiempo…
Y cada tarde
detener el viento.